Cambias mi amor.

Cambias mi amor.

Luego de un día, en el que estuve un poco más ofuscado de lo normal, llegue a casa y mi teléfono sonó, era un mensaje tuyo diciendo cambias mi amor. 
En ese preciso momento dejé todo lo que estaba haciendo y decidí escribir en un papel lo siguiente: "¿cambias mi amor?”. 
Es una pregunta un tanto reiterativa, en nuestras vidas, pero ¿realmente nosotros cambiamos? En este siglo XXI donde todo es tan fugaz, donde las relaciones duran tanto como una historia en Instagram, donde los procesos de conocer se acotaron enormemente, donde ya no observamos sino que solo vemos al pasar, me resulta un poco extraño hablar de cambio. Y no porque sea un adepto a la idea del hombre como ente estático, sino más bien por una cuestión mucho más conflictiva y difícil de explicar. 
Entiendo que nosotros nunca somos, desde que nacemos hasta que morimos. Nunca somos, eso mismo. El ser es algo que muta, como el árbol que pasa ser madera y luego una mesa, pero para poder mutar antes hay que ser, y el hombre no es. Ningún hombre sobre la faz de la tierra es, y más aún en nuestra época donde el frenesí es cotidiano. 
El hombre no cambia porque no es, no llegamos a formarnos como algo capaz de cambiar. Somos la semejanza perfecta de un edificio en constante construcción, que nunca llega a estar inaugurados de forma final, pues cada vez que creemos estar listos, el ingeniero de nuestras vidas cambia los planos. Llega y te dice: “esa pared tírala, esa ventanita corremela un poquito para la izquierda. ¿La puerta? Mmm sacala”. Así esto denota que nuestra estructura se modifica todo el tiempo. Solo hay una cosa que ningún ingeniero se atreve a reestructurar, y son nuestros cimientos, esos que Marx denominó como la estructura fundamental de toda economía, pero en este caso es la base de nuestro actuar, son esas reglas morales, éticas y un tanto consuetudinarias que tenemos desde que nacimos y que van a ser infranqueables. Luego el resto, lo que se puede llamar como nuestra superestructura, está en constante mutación a tal punto que en cada minuto algo mínimo se modifica, por lo tanto nunca somos el mismos a las 8 a.m. que a las 8 p.m.
Cada suceso nos transforma, pero no nos cambia pues nunca somos. 
Una vez que termine de anotar mi pregunta sobre el papel, me decidí a contestarte, y solo pude decirte perdón amor, pero yo no cambié, siempre fui una constante transformación. Tal vez haya sido un error tuyo creerme como ese que un día conociste y sentiste que así sería por la eternidad. 
Adiós.

Escrita el día 17/4/2020.
Ig: jere.gonzalez.1
Tw: JereGonzalez99

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